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Separada con hijos… y a mucha honra

Publicado: 2009-09-17

No sé si todavía haya alguien que en su vida de casado, no haya evaluado al menos una vez, la posibilidad de divorciarse y rehacer su vida con alguien más, o sencillamente, volver a la vida de soltero, con o sin compañía. De hecho, la cantidad de separados o divorciados es cada vez mayor (me ha tocado patrocinar más de un proceso de divorcio). Las razones son tantas, que habría necesidad de un diccionario completo para empezar a calificarlas y analizarlas. Tristemente, el tema no queda ahí. Los adultos nos podemos sobreponer con el tiempo, apelando a esa competencia tan de moda en las organizaciones llamada «resiliencia», pero quienes quedan con cicatrices de por vida, son los frutos del matrimonio, o sea, los hijos. Y en venganza, son ellos los que no permiten que sus padres vuelvan a encausar una vez más sus vidas por las vías del matrimonio o la convivencia. ¿Para qué? si me tienes a mí –argumentan-.   Al menos yo, en mi vida de soltero, tuve la oportunidad de compartir mi vida con un par de madres separadas, y en ambos casos, fueron sus menores hijos los que entramparon la relación –aparte de mi inmadurez, hay que admitir-. Estaba preparado para la oposición de mi familia, incluso del ex marido, pero no de un crío malcriado con vocación de víctima. Y si bien, les advertía a mis parejas de turno, que «antes de ser madres, son mujeres», más pudo el instinto maternal, y a otro, dieron de libar de sus pechos, el amor. No me quejo, me hicieron madurar a la fuerza, a comprender un poquitín más a las mujeres, y a prepararme para la vida de casado que luego tendría. Pero igual, no es justo. Y viene el tema a mi memoria, porque el pasado lunes, almorzando con la gente de la oficina, una amiga mía (madre de dos hijos, en proceso de divorcio), nos contaba muy contenta que estaba saliendo con un hombre, divorciado, padre de dos hijos. La felicité con entusiasmo, y le pregunté cómo estaba lidiando con el tema de los niños. Me dijo que estaba esperando el momento para que los hijos de su pareja la conocieran… y que los suyos, todavía estaban muy chicos y no se daban por enterados, aunque sabían que su madre vivía una relación amorosa, por lo contenta que estaba. ¿Y cuánto tiempo hay que esperar?, digo yo. A cada quien su tiempo, me respondo. Porque no creo que exista una única respuesta. Más aún, cuando no hay peor mata pasiones que la oposición de un hijo. A veces por celos. Otras por desconfianza. Quizá por miedo. Tal vez por precaución. Al final da lo mismo, cual perro del hortelano, no comen ni dejan comer.   PUEBLAPUE270802.- PERSONAJES.-COMUN</p><p>TEMA.- COTIDIANO</p><p>SUCESO.- FESTEJANDO EN DIA DE LOS ABUELOS </p><p>LUGAR.-ZOCALO</p><p>FOTO.- RAFAEL GARCIA OTERO Pero una cosa sí te digo. Yo no podría aceptar compartir una vida con alguien, si es que no acepta también a mi hijo, André. No es que esté pensando en el divorcio o algo que se le parezca, sino, que no podría concebir la vida sin él, ahora que está bajo mi sombra. Si hay esa química, y sobre todo la voluntad de hacerse querer, y querer, haría de tripas corazón y pondría todo de mi parte para que mi hijo de casi 6 años acepte a mi nueva pareja. No es posible, por más amor que se les tenga, que nos dejemos dominar por sus caprichos. Hay cosas que se negocian, y otras no. Y la felicidad de los hijos, mucho tiene que ver con la felicidad de los padres. Así que, amiga mía, no se haga tantos rollos en la cabeza y échele todas las ganas del mundo a su nueva relación. Y si los críos se ponen bravos, no desfallezcan y, equivocadamente, opten por la vía más rápida. Al final, ellos se irán, y quedarán ustedes dos, uno para el otro, hasta que la muerte los separe. El esfuerzo, bien merece la pena. Suerte!!!!


Escrito por

Vladimir Zarate Alva

Aspirante a ciudadano del mundo.


Publicado en

Al Lado del Camino

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